Málaga
se ha desarrollado de espaldas a la industria productiva, de espaldas a las
cadenas de montaje, a la producción de coches o microchips, y nuestros
polígonos cada vez son más estaciones de servicios que otra cosa. Aunque es
rara la excepción, como que tenemos una de las primeras empresas de
distribución de medicamentos en Málaga capital, o que la tercera parte de los
pavos que se consumen en España ‘engordan entre Teba y Cañete La Real’.
Pero
siempre será el turismo de ocio: sol, playa, espeto, toros, conciertos, museos…
lo que marque nuestra gran producción industrial.
Y
quiero hacerle un homenaje en esta humilde editorial al gran anuncio
publicitario ‘al turista una sonrisa’, porque no solo marcó una época, sino que
marco una tendencia que todavía hoy debemos continuar. No hay mejor embajador
de nuestra tierra que el que viene a visitarnos y se lleva algo de aquí, un
recuerdo, una experiencia, o simplemente una sonrisa dedicada con esfuerzo y
tesón de hacer bien las cosas. Estas personas atraerán a más visitantes de
nuestra tierra, siempre con la esperanza
de que ellos mismos vuelvan. Es por eso que nuestro trato amable y
nuestro buen talante, del que siempre hacemos gala, tiene que estar presente.
Pero ya hoy en día tenemos que aprender a dar un paso más en esta aventura de
fidelización de nuestros turistas, y debemos dar más. Debemos de empezar a dar
calidad e innovación, presentarnos como una experiencia de pasado y futuro
entremezclado, ser pioneros y punteros en nuestros productos, los que
ofrecemos.
Ese
boom turístico de los años 70, donde los turistas nórdicos se gastaban en un
mes lo que les costaba vivir un día en sus países, ya es parte del pasado. Hoy
buscan vivir nuevas sensaciones, gastronómicas, etnológicas, culturales… y
todas tienen que quedarse en su memoria, en esa parte trasera que siempre aflora
cuando las sensaciones de felicidad son parecidas al momento en el que se
disfruto de esa experiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario